Diario AS - 17-11-07
Hace cuatro años, Moisés Hurtado entraba en el recinto médico que entonces trabajaba con el Espanyol con cara de tristeza. Una eterna molestia en el tobillo le hacía visitar a los doctores del recinto, que le aconsejaban sobre terapias y métodos para superar el dolor. Éste no acababa de desaparecer y cuando el medio apretaba en el campo, el sufrimiento se hacía cada vez más grande. El dolor físico era importante, pero había otra inquietud dentro de su cabeza, ¿Qué iba a pasar con su futuro?.
Sus compañeros de aquella temporada en el filial más o menos se habían ido colocando. Unos habían sido cedidos, a otros les aconsejaron que se buscaran la vida, mientras que un mínimo de ellos tendría que compartir vestuario con los que subían del Juvenil A, que llegaba de ganar la Copa del Rey, la Liga y casi todo lo que habían jugado.
Moisés no se veía ahí dentro. Demasiada etapa en el segundo equipo como para no probar otra aventura. En el club pensaron que lo mejor era cederlo (más que nada para quitárselo de encima) y el modesto Eibar arriesgó. Agarró la maleta, la ilusión y se fue. No podía dejar pasar por alto la oportunidad. Hijo de trabajadores y vecino de barrio obrero, el chico se hizo con el tiempo un hueco en las agendas de los directores deportivos, que lo veían como un futbolista ejemplar en la actitud y excelente en el terreno de juego.
Moisés es lo que viene a ser un futbolista de equipo, de club y compromiso. Un chico que se lo ha trabajado como pocos y que supo aprovechar su momento. Llegó por ganas e ilusión, cuando más de un cerebro en Montjuic pensaba que se perdería en el camino por falta de confianza. Ahora lo tiene todo, pese a las continuas y pertinentes trabas que le ponen desde el club. Se limita a hacer lo que más le gusta, dando un resultado óptimo en todo lo que prueba.
Con carácter y estilo, el catalán ha sabido imponerse en un vestuario algo complicado, en relación a los grupos que conviven a diario. Supo buscar los galones que ahora luce en el terreno de juego y el respeto por parte de todos los que allí sudan es evidente. Viene a ser una pieza sorda y silenciosa, pero a la vez, indispensable.
En la grada lo ven como una excelente tipo que siempre suda lo que toca y se entrega en todo momento. Esa es la fórmula para agradar y convertirse en lo que es: un chico de barrio, criado en una entidad complicada y en la que tuvo que pelear para poder quedarse y triunfar. Y lo ha conseguido.
Moisés Llorens
No hay comentarios:
Publicar un comentario