Gabriel Sans - 4/10/2007
Redactor de El Mundo Deportivo
En una ocasión, en un gesto inusual en un técnico poco propenso a los elogios, Valverde nos confesaba abiertamente a un reducido grupo de periodistas que Moisés era el único indiscutible de su sistema. Se veía capaz de soportar la ausencia de De la Peña o de malvivir sin los goles de Tamudo pero 'Moi' representaba el punto de equilibrio. Se sentía aliviado cuando podía contar con él y, por el contrario, sus contadas ausencias le hacían temer cualquier estropicio. Descubrirlo, de todas formas, le costó quince largos partidos y la típica crisis de resultados del mes de noviembre.
Hurgar en su pasado me ha permitido conocer aún más a un jugador hecho así mismo. Un tipo interesante que, con el tiempo, ha sabido cotizar en un mercado de valores con tantos altibajos como el futbolístico. Desde que en Badía del Vallés, en aquellas interminables pachangas en la calle Burgos, supo que con un balón en los pies sería capaz de teclear el guión de su historia. Con apenas 12 años recaló ya en el Espanyol. Luego, el fútbol le puso a prueba. Lesiones que minaron su confianza y decisiones técnicas que cuestionaban su futuro. Se sobrepuso a todo. Una gran virtud.
Mientras hay quien se disuelve en su propia polivalencia, Moisés ha sabido convertirla en un estilo de juego. Empezó como extremo pero despuntó como delantero marcando ocho goles en un partido. Tintín Márquez le recicló como central en el filial hasta que Paco Flores le hizo debutar en Primera situándolo también en el centro del campo. Mendilibar, en el Éibar, le exprimió con éxito en la media y Lotina le sacó partido como lateral derecho, pivote y central.
Hoy, con Valverde, es la bisagra que impide que el equipo se parta en dos. Una polivalencia convertida en una infalible funcionalidad. Una etiqueta de multiusos que le ha abierto la titularidad de par en par.
Me gusta su serenidad, su interpretación del juego y su capacidad para enganchar defensa y ataque. No suele perder la posición, sabe presionar, recuperar balones y, cuando se pone, distribuir con criterio. Su fuerza es un grado. Tiene más gol del que cree pero parece resistirse a demostrarlo. Pisa el área para probar el remate de cabeza, uno de sus fuertes, aunque no frecuenta los disparos de lejos. Algunos técnicos le apremian para que no tarde en coger la forma física pero si encima tuviera esa cualidad, su cláusula de rescisión aumentaría algunos ceros.
Fuera del campo, Moisés goza de buena prensa. Sus atinadas reflexiones post-partido le han convertido en un recurso mediático habitual. Sabe leer los partidos, enfatizar los errores sin disimulo, calibrar los triunfos y ser consecuente con su lectura. Sus declaraciones esconden innumerables titulares. A veces me pregunto qué pasaría si vistiera otra camiseta más llamativa. Probablemente, la atención que ofrecería le impediría gozar de esa intimidad que tanto disfruta.
De trato fácil, Moisés es un anti-divo. Como periodista sabe los límites entre la amistad y la profesionalidad. Cuándo debe realizar concesiones y quiénes son los receptores adecuados. Ni un reproche por una puntuación subjetiva. Otros no saben asimilarlo. La plantilla del Espanyol tiene suerte de contar con un canterano que ya es ilustre. Los periodistas también la tenemos. Lo mejor es que hoy no nos imaginamos un 'once' sin su nombre. Y eso ya dice mucho. Lo dice todo.
Gabriel SANS
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